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Almarza

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Los mozos.

Los mozos.

Autor imagen: Sakkara.

 

Para hacerse mozo del pueblo, los chicos tenían que poner un dinerillo y una botella de cualquier licor. A las mozas no se las exigía nada, sólo que les dieran el visto bueno para entrar, y siempre era dado.

 

Una de las actividades de los mozos era adornar la fuente para el día de la fiesta en que se conmemoraba su inauguración. Se iban todos en fila de a dos por la carretera abajo, y después se metían por un camino forestal donde cogían ramas de árboles. Eso más unas cuantas flores, que solían cogerlas del pueblo vecino, servía para dejar una fuente irreconocible.

 

Ser mozo antiguo tenía ciertas ventajas, me acuerdo a que a los novatos nos mandaban a casa a por cosas para la cena, cada uno traía una cosa; y una vez preparado, no nos lo dejaban probar. Creo que al final nos tocaba algo, pues se les debía ablandar el corazón.

 

Nunca olvidaré ese chocolate que hacía a primera hora de la mañana, tras adornarla. Nunca lo probé, pero nuestras carreras nos costaba. Los chicos, un poco gamberretes, lo hacía, lo tomaban y metían el pie para revolverlo, tras lo cual, pretendían que nosotras lo tomáramos…¡Nos faltaban pies para alejarnos!

 

Otra costumbre en la que participaban, era para pedir el “piso” a los chicos que se llevaban una novia del lugar. Los pobres lo tenían crudo, pues no les quedaba más remedio que apoquinar. En caso que se negaran, sabían que les esperaba un buen baño en el pilón donde abrevaban las vacas.

Sakkarah

Almarza...

Almarza...

Autor de la imagen: Sakkarah

 

Almarza es un pequeño pueblo, propio de los campos de Castilla. Es agradable en verano, donde ya cada día se va conociendo menos la gente; aunque aún se sigue preguntado: “¿Ese de quién es?”.

 

Sus inviernos son fríos, y al atravesarlo, se diría que no hay un alma; pero las chimeneas humean, y el calor se extiende por sus casas. Ya prácticamente han quedado olvidados los viejos braseros, y han dado paso a la calefacción instalada en toda la casa.

 

En verano, aunque el calor apriete mucho durante el día, las casas están frescas gracias a sus paredes maestras, que son de un grosor enorme.

 

Nunca el sol abandona a este pueblo. Le gusta acogerlo y llenarlo de luz, incluso en invierno.

Sakkarah